De centro educativo a “barrio” super poblado: la historia de “la escuela de los desalojados”

Tres edificaciones escolares que deberían estar pintadas de amarillo con azul para que se denote que es un plantel educativo, hoy es una vecindad que alberga a cientos de personas que fueron desalojadas sorpresivamente de las humildes viviendas que ocupaban.

Faltaban horas para el amanecer de aquel día 6 de marzo cuando un contingente de hombres rodeó el barrio bautizado con el nombre del productor de televisión Freddy Beras Goico, en el sector Los Alcarrizos, para desalojar a los residentes sin previo aviso alegando que son “terrenos de propiedad privada”.

“Como ladrones en la noche”, luego de expandirse por todo el barrio y organizarse de forma estratégica para militarizar la zona, el grupo de hombres esperó que sean aproximadamente las 5:30 de la madrugada para entrar con grandes maquinarias a derrumbar las casas de todo el que allí vivía, según testifican los residentes.

“Nos deshicieron la vida, eso fue horrible”, narró Lucrecia Paredes al recordar aquella madrugada cuando el ruido de las palas mecánicas la despertó y se levantó despavorida.

En un abrir y cerrar de ojos recuerda que de inmediato procedieron a derrumbar todo sin dar explicaciones. Todos sus vecinos salieron “a salvar por lo menos su vida” que estaban en peligro ante las maquinarias.

Paredes se refugia en una de las 24 aulas que tiene el centro educativo “Unión Tamarindo”. Su nombre se debe a que está ubicada en medio de los sectores Unión y Tamarindo.

Esta escuela solo tiene la infraestructura levantada y luce una base de color blanco desgastado y sucio. No tiene puertas ni ventanas. Mucho menos baños instalados. Tampoco agua ni electricidad.

En una esquina de las cuatro paredes donde tiene acomodado los pocos ajuares que pudo salvaguardar tiene un secador de pelo deteriorado, cepillos de peinar y sobre una pequeña mesa en mal estado un espejo y algunas pinzas que utilizaba para ganarse la vida como estilista en el barrio de donde fueron echados “injustamente”. Esta última palabra es la que utiliza la señora para resumir la acción improvisada en la que fueron desalojados.

Ahora solo le queda de recuerdo su letrero rosado que cita “Salón de Belleza Luz” con una imagen de productos para el cabello impregnada en el vinil junto a una foto de ella.

En toda la explanada que es usada como patio decenas de niños de diferentes edades corretean por sus alrededores como si fuese recreo.

Invadidos por la inocencia y descalzos juegan con una sonrisa en su rostro, sin hacer caso a su ropa rota y sucia. Al mismo tiempo bromean tener una piscina refiriéndose a un estanque cubierto de agua con lama que hay en el patio del plantel.

El orificio está rodeado de montañas de tierras aparentemente producto de una excavación donde los filmes de estas son los suficientemente altos para subir a volar una cometa y también para deslizarse como si fuesen un tobogán.

Ambas acciones son las más frecuentes por los niños para divertirse sin mediar el peligro que les representa.

Ya se cumplirá un mes del desalojo y los afectados no le han quedado más opción que acomodarse en toda la extensión de la escuela donde tienen un basurero improvisado justo en medio de dos de los tres planteles.

En cada aula viven mínimo 5 personas por familia mientras que en los baños permanecen las familias más pequeñas, por ejemplo, algunas parejas.

Duermen hacinados en colchones desgastados tirados en el piso y con mosquiteros que parecen redes de pescar. El aula les funge como cocina, habitación y hasta sala.

Aunque no tengan los electrodomésticos que los caracterizan han optados por dividir los espacios para imaginar que tienen “privacidad”. Las puertas y ventanas la han cubierto con retazos de madera y hojas de metal que han ido rebuscando dentro del desastre.

Como si se tratara de una “guerra” ese día entraron por la circunvalación “como 100 mil hombres”, relató Martha Abreu de manera exagerada e impresionada, quién es hipertensa y ese día le subió la presión al ver la “invasión” de manera repentina de las que fueron víctimas

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