Carta a Francisco Domínguez Brito. Por José Luis Taveras
Esta carta fue pensada para varios destinatarios, pero como no comparto con los demás la cercanía que me une a ti, decidí personalizarla. Sin embargo, muchas de sus confesiones atañen al resto del grupo, ese que llamo “Los muchachos de Danilo” en alusión a los leales que como tú aspiran a la presidencia de la República. Dirigirme a ti me compromete: primero, porque te profeso un viejo y recio respeto; segundo, porque eres un meritorio logro de mi generación y ciudad; y, tercero, por las lecturas equivocadas que pudiesen generar mis opiniones…
Hemos corrido historias paralelas de vida, pero igualmente exitosas, y eso también me confirma en afecto. Como tú debes saber, escribo semanalmente sobre política y políticos, animado, según algunos, por propósitos incautos porque nunca he militado en un partido, no he ocupado una función pública ni la actividad política me atrae. Hasta las elecciones pasadas era cívicamente virgen. Eso no me hace mejor ni más bueno que otros, pero sí más libre, una vocación que me define a pesar de los desafectos que cada día cosecho. Ese es parte del precio y créeme que lo vivo.
Pues bien, notarás que pocas veces escribo sobre ti. Y no porque no tengas relevancia política sino porque estos últimos veinte años la política dominicana ha estado dominada por el duelo de los dos caudillos de tu partido. Sus ambiciones han arrastrado a toda una nación, han eclipsado otros liderazgos y tú y tus compañeros han sido víctimas políticas de esas ciegas obsesiones.
Francisco, con la lealtad del aprecio no fingido, te digo que tuviste un momento pletórico para un futuro auspicioso. Te juro que me sentí entusiasmado y fue de las pocas veces que me sorprendió el deseo de colaborar con alguien. Esa oportunidad no siempre llega y la dejaste pasar. Si hubieras obrado con la determinación que te faltó, hoy serías un candidato fuerte y con voz propia. Pero en la vida hay que elegir y a veces perdiendo se gana. No entendiste la fuerza y pertinencia de esa lógica: o eras procurador o eras político. Creíste que las dos cosas venían arriadas por el mismo viento, pero no: la política es un juego siniestro de decisiones y ella aconsejaba que jugaras el papel de procurador. El tiempo ha pasado y para mala suerte la sociedad es distinta: tiene otros discernimientos. Pagas así las consecuencias: hoy eres uno más entre seis que hacen fila a la espera de que el presidente decida si va o no. Nunca merecías depender de una decisión ajena; en algún momento pensé que podías construir tu propio liderazgo. No te diste esa oportunidad y te arrimaste al Gobierno. Renunciar era más digno.
El haber procesado a Félix Bautista no era suficiente para hacer una carrera hacia el Palacio. No se trataba solo de eso; la sociedad esperaba más. Podrás dar todas las justificaciones que tengas y una más, pero ya es tarde: ninguna de ellas puede redimirte ahora. Al rechazar la acusación de Alianza País en contra de Leonel Fernández, dijiste: “Personalmente, siento un gran respeto por el Dr. Leonel Fernández. Creo en su trato profundamente humano, decente y respetuoso con las personas, aún con aquellos que políticamente le adversan”; o cuando, en ocasión del proceso de Félix Bautista, te definiste como “un hombre del exmandatario” (Listín Diario, 3 de octubre de 2012). Pero ese mismo Domínguez Brito, ya precandidato, es quien declara en el “Zol de la Mañana” esta joya: “Me siento dueño y parte del Gobierno. Soy esencia de este Gobierno; corresponsable de lo bueno y malo; admirador de Danilo Medina”. Otra vez erraste; no hiciste nada distinto a los demás para separar las cuentas. Me apena verte mendigando, junto a tus compañeros, una oportunidad en un partido que tiene dueños.
El mundo de hoy, Francisco, demanda un político inédito, sin formatos convencionales y marcado por un carácter propio. No es fortuito que cada día lleguen a la presidencia candidatos desconocidos. A las nuevas generaciones les provoca el líder autodeterminado con fibras y arrojos, que se forje al amparo de su propia valía. Tú la tienes, pero la hipotecaste. Esa retórica pálida, medrosa y fría no persuade y más en una sociedad hastiada de complacencias.
Nunca te hemos oído hablar sobre la corrupción en tu gobierno. Cuando te refieres a ella lo haces de forma abstracta e innominada o apelando a la presunción de inocencia para salir del apuro. ¿Cuándo te has pronunciado sobre los compromisos directos del presidente Medina con Odebrecht, con Punta Catalina, con Joao Santana? ¿Cuándo has pedido cuentas al presidente Medina sobre esos tratos? ¿Y quién te ha dicho, mi amigo, que la corrupción de Danilo Medina es menos que la que creíste enfrentar? ¿De dónde presumes que este gobierno es más ético que otros? ¿En cuál gobierno de la historia dominicana a un presidente se le vincula con una trama internacional de soborno y fraude? Si crees que estás del lado de los honestos, debes revisarte. No es un puñado, como algunas veces has dicho, ni solo están del lado contrario, es un sistema de vida pública y en tus gobiernos se ha convertido en la institución más fuerte.
Te preguntarás por qué te emplazo a ti y no a los demás. Una vez lo hice con Reynaldo Pared Pérez. Creo que tú y él son los más competitivos. Pero además siempre creí que no eras como los demás. Nada, ya lo dijiste: “Soy esencia de este gobierno; corresponsable de lo bueno y lo malo”. Tu suerte, carrera y destino los entregaste a Medina. Te enajenaste. No reservaste nada para ti. Deberás entonces aceptar sus consecuencias. Lo siento, pero de ti me alentaban otras expectativas.
Es tan cierto lo que te digo sobre el temperamento del líder de hoy que en tu reciente spot bastó hacer algo atrevido o mostrar algún arrojo para causar efectos. Te comento como nota marginal que en una farmacia le escuché decir a un cliente: “Por fin, el padrecito se puso los pantalones”, aludiendo a lo categórico del gesto de quemar la gorra. Imagínate ese cuadro cuando eras procurador y quemando otras cosas.
Tú, que eres creyente, sabes lo que dijo Jesús: “Nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo rompe los odres, y se derrama el vino, y los odres se pierden; más el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar”. Si te consideras vino nuevo, no prodigues tu talento en odres viejos. No quisiera pensar que el mayor arrojo de tu vida haya sido quemar una gorra para volvértela a poner. Patético, mi amigo.
Te lo digo con franqueza, el verdadero líder del PLD es el presupuesto nacional. El primer voto del partido oficial es de un millón seiscientos mil entre la nómina pública y los subsidiados sociales. La base del liderazgo de Medina es el Estado. Fuera de él es un enano. Recibir ese endoso es venenoso porque si bien te hace electoralmente competitivo el precio es muy caro: convenir un pacto que le garantice a él y a su círculo absoluta indemnidad. La pregunta del millón: ¿Estarías dispuesto a darle ese salvoconducto? o ¿Quemarías esa gorra? Esa es la cuestión mi amigo.
No estoy solo en estas decepciones. Otros de tus conocidos comparten igual opinión, pero no la divulgan. Es probable que a esos los tengas como amigos y a mí como sospechoso. C’est la vie. Te dirán que me animan otras intenciones. No me sorprende y estoy curado. Siempre asumo los riesgos de mis juicios sin estimar en los prejuicios. Sé que tienes la madurez para entender que no hay nada personal y, si no fuese el caso, también te perdono.
Nunca es tarde para enmendar los desatinos aunque los resultados demoren. Y a los que obran con sentido de justicia siempre el destino les abre nuevas oportunidades.
Mi aprecio,
José Luis Taveras
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