China enfrenta una batalla para escapar de trampa de deuda

El país necesita reequilibrar su economía antes de abrir los flujos de capital

“Si algo no puede continuar para siempre, en algún momento se detendrá”. Ésta es la “ley de Stein”, que lleva el nombre de su creador Herbert Stein, presidente del Consejo de Asesores Económicos del presidente Richard Nixon. Rüdiger Dornbusch, un economista alemán radicado en EEUU, añadió: “La crisis lleva mucho más tiempo en ciernes de lo que se piensa, y entonces ocurre mucho más rápido de lo que se hubiera pensado”…

 China está obligada a reequilibrar su economía y sus finanzas.
China está obligada a reequilibrar su economía y sus finanzas.
 

Estas citas nos ayudan a pensar sobre la macroeconomía de la economía china. Crecer según las tasas especificadas por el gobierno requiere un rápido aumento de la proporción de deuda en relación con el producto interno bruto. Esto no puede continuar para siempre. Así que en algún momento se detendrá. Sin embargo, dado que el gobierno chino controla el sistema financiero, puede continuar durante mucho tiempo. Pero mientras más se aplace el final, mayor será la probabilidad de una crisis, una gran desaceleración en el crecimiento, o ambas.

He argumentado que es del interés de China y el resto del mundo mantener sus sistemas financieros separados. El rápido crecimiento del endeudamiento y el tamaño de su sistema financiero representan una amenaza para la estabilidad mundial. China debe reequilibrar su economía y estabilizar su sistema financiero antes de abrir los flujos de capital. Los financistas occidentales tendrán una opinión diferente. Debemos ignorar este interés sectorial.

Sin embargo, esto plantea una gran interrogante: ¿Alcanzará China el necesario reequilibrio? Como fue el caso en occidente antes de la crisis financiera de 2007-2008 y la crisis que siguió en la eurozona, el mantenimiento de un crecimiento estable en China ha coincidido con un crecimiento explosivo en el endeudamiento. Como destaca un documento del Fondo Monetario Internacional: “El crecimiento del crédito ha estado promediando alrededor de 20% por año entre 2009 y 2015, muy superior al crecimiento del PIB nominal y la tendencia previa”. La imagen es preocupantemente similar a las de Japón, Tailandia y España previas a la crisis.

El punto de inflexión en estas tendencias de crédito fue 2008. Eso no fue un accidente. Entre 2000 y 2007, el ahorro bruto aumentó del 37% a casi el 50% del PIB. Aproximadamente la mitad de este extraordinario aumento financió las inversiones internas adicionales y la otra mitad financió un incremento en el superávit comercial. Luego vino la crisis occidental. China decidió (con razón) que su enorme superávit comercial ya no era sostenible. En su lugar, aumentó las inversiones. Éstas ya habían aumentado del 34% del PIB en 2000 al 41% en 2007. Luego aumentaron al 48% en 2010.

Para lograr este resultado, las autoridades chinas promovieron un crecimiento explosivo del crédito. Antes de 2008, China había exportado en gran medida el aumento de crédito asociado con su aumento masivo de ahorros. Después de la crisis, lo reimportó. Un análisis reciente de Credit Suisse concluye que el crédito necesita crecer alrededor de dos veces más rápidamente que el PIB nominal si el gobierno desea cumplir su objetivo de un crecimiento real del 6.5%. El FMI agrega que el crecimiento del crédito coincide con un descenso de la rentabilidad de los activos corporativos, el deterioro de la solvencia empresarial, la disminución de la eficiencia de la inversión y el aumento de complejidad financiera. Esto lo hemos visto en otros lugares. Así que, ¿será diferente en China?

La respuesta es sí y no. Sí porque, al igual que Japón, China es un país acreedor con grandes ahorros. El gobierno controla el sistema financiero y opera los controles cambiarios. Bien puede evitar una crisis. Pero la respuesta también es no, porque las autoridades necesitarán cada vez más expansión del crédito para alcanzar cada vez menos crecimiento. El crecimiento de China podría entonces terminar con un gemido, no con una explosión.

¿Cuáles son las posibles salidas de esta trampa? Una opción sería que las autoridades sólo frenaran el crecimiento del crédito. Si el crecimiento de China sólo depende del consumo, se podría esperar que cayera hasta el 3 ó 4% al año. Pero la tasa de inversión de China es todavía cercana al 45% del PIB. No podría justificarse una tasa tan alta de inversión si el crecimiento fuera tan lento. A continuación, las inversiones podrían caer, creando una recesión. La única salida sería que el gobierno asumiera el proceso de inversión, anulando las reformas económicas orientadas al mercado.

Una segunda opción sería detener el crecimiento del crédito y permitir el flujo de ahorros al extranjero, a través de una enorme expansión en el superávit en cuenta corriente. Sin embargo, las conversaciones sobre comercio entre Donald Trump y Xi Jinping en Florida muestran que esto no sería aceptable. No existen países que estén dispuestos a, y sean capaces de, incurrir en déficits externos compensatorios.

Una tercera opción sería detener el crecimiento del crédito y aumentar el consumo bruscamente, para compensar la disminución de las inversiones. El problema aquí es que la renta familiar disponible está sólo un poco por encima del 60% del PIB, mientras que el consumo privado es de alrededor del 40% del PIB. Semejantes tasas de ahorro no son tan altas para los estándares de Asia. Más de la mitad de los ahorros nacionales consisten en ganancias y ahorro público. Si se quisiera que el consumo creciera más rápidamente que ahora, la proporción de los ingresos de los hogares en el PIB o de la riqueza de los hogares en el total de riqueza deben elevarse. Lo primero exprimiría los beneficios y la inversión. Lo segundo significaría la transferencia de activos públicos a los hogares. Ninguna opción parece técnica y políticamente viable. Así que el consumo no evitará que la economía se paralice.

Una última (y quizás mejor) opción sería que el gobierno ponga gran parte de la deuda en su propio balance general. Podría reestructurar la deuda existente y ser el principal prestatario en el futuro. China se convertiría en un Japón prematuro. Aunque el endeudamiento del gobierno aumentaría, el prestatario sería la entidad más solvente del país. Mientras tanto, se le permitiría a la economía privada ajustarse a las señales del mercado.

Actualmente, China puede alcanzar un crecimiento de más del 6% únicamente con el rápido aumento del endeudamiento. Todas las salidas de esta trampa son difíciles. La economía está ahora lentamente reequilibrándose hacia el consumo. Pero esto tomará más de una década. ¿Se sostendrá hasta entonces el crecimiento de la deuda? Lo dudo.

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